Te contamos cómo ganarle al estrés para que no afecte tu comportamiento ante los exámenes.
En general, la ansiedad que se genera en los estudiantes cuando tienen ante sí un examen o defensa de su Trabajo Final de Grado o Máster, no tiene que ver con la situación como tal, sino con sus consecuencias.
Por ejemplo, imagina que necesitas obtener una matrícula o un sobresaliente para mantener tu beca de estudios. Pensar que podrías perder tu beca y no podrás continuar con tus estudios, es lo que desencadenará un nivel de estrés tal que acabará convirtiéndose en ansiedad.
Sin embargo, podemos hacer que el estrés, en su justo nivel, juegue a nuestro favor y se convierta en una herramienta positiva para darnos energía, mantenernos atentos y actúe como un protector que nos prepare para la acción. Por eso, el estrés “controlado” contribuye positivamente a la concentración y al desempeño físico. De hecho, la gran mayoría de los deportistas cuando van a competir, suelen obtener mejores resultados si su nivel de ansiedad es más elevado de lo normal.
Pero no siempre es así. En algunos momentos la ansiedad puede provocar muchas molestias, desasosiego y agobio; hasta convertirse en un inhibidor del rendimiento académico, entorpeciendo tu capacidad de atención y concentración, por lo que es importante reconocerla y detectarla para poder aprender a gestionarla. Para eso, aquí te dejamos 5 herramientas que te ayudarán a calmar la ansiedad en los largos días de estudio y aprender a vivir con ella, pero sin que te afecte negativamente:
“La planificación y organización del tiempo es la mejor medida de prevención de la ansiedad y el estrés en época de exámenes”, asegura Florencia Poy, Coordinadora del Gabinete de orientación Educativa de la UFV. Conocer lo que podemos abarcar es fundamental, por eso cuando tenemos que realizar más tareas de lo que realmente podemos atender vamos gestando un sentimiento de preocupación y angustia que interfiere negativamente en nuestra capacidad de concentración, que a su vez empeora nuestra ansiedad y nos vemos inmersos en un círculo vicioso en el que es difícil salir.
Cuando estamos muy nerviosos, solemos respirar de forma atropellada y eso acelera todo el organismo. Así que hay que parar y dedicar un rato a respirar bien, con tranquilidad. Inspirar y expirar muy lentamente. Si cuesta concentrarse, se pueden contar las respiraciones. La meditación ayuda a mejorar tu respiración y el rendimiento académico.
En general, la ansiedad y el nerviosismo nos atacan cuando sentimos que no nos hemos preparado bien y que, por tanto, no nos sentimos seguros. Cuanto más hayamos estudiado antes de un examen, menos estresados iremos a la prueba.
Se ha comprobado que el ejercicio físico favorece la relajación de la mente y del cuerpo, por lo que, aunque se disponga de poco tiempo, hay que tratar de robar alguna hora al reloj para ir a nadar, a correr, a dar una vuelta en bici… Además, se sabe que el deporte redunda en una mejora de las capacidades cognitivas, con lo que se matan dos pájaros de un tiro. Una clase de yoga es también una buena opción. Realizar ejercicio físico supone una de las mejores maneras de encontrar un estado de “dinamismo” al segregar endorfinas y liberar tensiones.
Repetirse hasta la saciedad mensajes como “no lo conseguiré”, “no me va a salir”, “suspenderé”, “soy un desastre”, en general, no ayuda. El cerebro al final acaba creyéndose esos mensajes negativos y… se bloquea. Hay que intentar enviarse mensajes positivos: “He estudiado (si se ha estudiado, claro) y por tanto aprobaré”, “me va a ir bien”, “lo haré lo mejor que sepa”. También hay gente tóxica, compañeros que tienen la habilidad de contagiarnos sus miedos y negatividad. Antes de los exámenes, es preciso huir de ellos.
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