Seguro que te consideras un fan de alguno de estos autores y hoy te traemos algunas curiosidades sobre ellos que muy pocos conocen.
Autor irlandés de obras como Retrato del artista adolescente, escribía cartas muy explícitas y subidas de tono a su amante y futura mujer, Nora. Lo que no es tan conocido es la inquietante obsesión que tenía con las flatulencias. Bastante raro, ¿verdad?
Además, Joyce tenía otro hábito curioso: llevaba siempre consigo un cuaderno donde anotaba las frases oídas en las calles de Dublín. Estas expresiones espontáneas de los transeúntes a menudo terminaban siendo el germen de diálogos en sus novelas. Su obsesión por los detalles cotidianos lo hacía único en su estilo narrativo.
Recibió un fuerte puñetazo de Mario Vargas Llosa el 12 de febrero de 1976 debido a un lío de faldas. Al parecer, la esposa del segundo, malinterpretó una broma del primero haciendo que Vargas Llosa, en un ataque de ira, propinara un manotazo a García Márquez. Demasiada violencia física para tipos con tal don de la palabra.
Además del famoso incidente, Márquez era conocido por su superstición al escribir: siempre usaba un bolígrafo amarillo, ya que creía que este color le traía suerte y ayudaba a mantener su inspiración. Una superstición que sus amigos bromeaban comparando con la magia real de sus textos.
Además de írsele la mano con el colombiano Gabo, ha tenido dos esposas con las que ha mantenido relaciones incestuosas. La primera de ellas, Julia Urquidi, además de su cónyuge durante 10 años, era su tía segunda ya que la hermana de Julia se casó con un tío materno de Mario. Fruto de este matrimonio entre la hermana de Julia y del tío de Mario nació una niña de nombre Patricia, que después se convertiría en la segunda esposa del escritor.
Sí, Vargas Llosa se casó con su prima sanguínea directa, que también era su sobrina política. Cabe mencionar que su tío, hermano de su madre, se convirtió también en su suegro. ¡Qué lío, Mario!
Durante una entrevista, Vargas Llosa confesó que su pasión por la literatura comenzó cuando le castigaron en la escuela obligándolo a escribir un ensayo. Aunque inicialmente lo odiaba, terminó disfrutándolo tanto que decidió dedicarse a escribir. Una ironía que marcó su vida para siempre.
Tenía una vista deficiente y, aunque no fuera ciego, decidió aprender braille para poder dar descanso a sus resentidos ojos sin tener que renunciar a la lectura. ¡Es que hay quienes leen hasta con los ojos cerrados!
Huxley, además, practicaba yoga diariamente para mantener su concentración y aliviar el estrés. Creía firmemente que estas prácticas mejoraban su capacidad creativa, un hábito que lo acompañó hasta el final de sus días.
Planificaba su obra literaria con increíble antelación. Truman trazaba el programa literario para los siguientes ¡veinte años! Todas las obras que había descrito en 1949 fueron apareciendo, una tras otra, en los años posteriores. Eso sí que es estar preparado.
Capote también tenía una superstición peculiar: nunca comenzaba ni terminaba de escribir un viernes. Según él, este día traía mala suerte y prefería dedicarlo a planificar o revisar sus textos antes de continuar con el trabajo el sábado.
Creador del célebre comisario Maigret, comenzaba sus novelas leyendo una guía telefónica. Pronunciaba nombres y apellidos en alto hasta que encontraba los que mejor sonaban a la hora de dar forma a sus personajes. ¿Te imaginas como haría para buscar el titulo de su trabajo de fin de grado?
Simenon era conocido por su impresionante rapidez al escribir: podía completar una novela en menos de dos semanas. Decía que su mejor inspiración llegaba durante los días lluviosos, cuando permanecía encerrado en su despacho acompañado de café y cigarros.